miércoles, 21 de agosto de 2013

Las armas de la oposición

Parte-Contraparte

Rubén D. Atahuichi López
13 de agosto de 2013
 
En 2003, durante los conflictos sociales de septiembre y octubre, Gonzalo Sánchez de Lozada se resistía al establecimiento de una Asamblea Constituyente y al referéndum sobre el gas. Su sucesor, Carlos Mesa, recuerda en su libro Presidencia sitiada que aquél le dijo que había tres cosas que no iba a hacer: “renunciar, llamar a referéndum y convocar a una Asamblea Constituyente”.
Y no lo hizo, sabemos cómo terminó. Renunció, Mesa llamó a referéndum y sentó las bases para el cónclave constitucionalista y como consecuencia de los debates, años después, hay una nueva Constitución Política del Estado.
La institución de la Asamblea Constituyente fue polémica, con partidos políticos y regiones que objetaban la iniciativa. Instalada aquélla, las discusiones políticas se concentraron en asuntos triviales y no de fondo, como, por ejemplo, el largo conflicto que hubo por la llamada “capitalía”, con relación a la sede de gobierno, o el reglamento de debates y su famoso artículo 72.
Más tarde, con la CPE vigente, otros temas fueron la misma obsesión de algunos partidos de oposición. La Ley contra el Racismo, las elecciones judiciales, el avión presidencial, un desliz verbal de Evo Morales (tuvo decenas) y, ahora, los resultados del censo. Puede que el Gobierno, a través del Movimiento Al Socialismo (MAS), haya hecho valer su mayoría, con o sin errores, pero el resultado es que siempre impuso sus iniciativas, precisamente por el respaldo popular que cuenta.
Si la oposición quisiera ganar respaldo ante tanta fuerza del poder político, o desplazar a éste, tendría que plantearle al país una propuesta que revolucione el proyecto hegemónico de la administración de Evo Morales y su partido, que ha acaparado todos los discursos que en su tiempo ignoraron los líderes y partidos “tradicionales”. Sin embargo, ocurre todo lo contrario. Cada día sus argumentos son la respuesta al desliz, a la polémica o a la simple coyuntura.
Ahora, al menos tres fuerzas políticas, por llamarlas así, tienen connotación en el debate político y la incidencia mediática: el Movimiento Sin Miedo (MSM), de Juan del Granado; Unidad Nacional (UN), de Samuel Doria Medina, y el todavía proyecto Movimiento Demócrata Social (MDS), de Rubén Costas.
Cada una de esas organizaciones ha abanderado ciertos problemas vinculados a la gestión de Morales: el MSM pretende desde hace tiempo congraciarse con las luchas indígenas y la defensa del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS); UN busca neutralizar con denuncias de ineficiencia y corrupción el programa Bolivia Cambia, Evo Cumple, el proyecto estrella del Gobierno, e incluso acusar a Morales de un caso íntimo y personal por demás dudoso, y el MDS comienza a construir su discurso a partir de los errores del Censo 2012 y sigue reivindicando las autonomías, aunque todavía en un área que no le ofrece proyección nacional, Santa Cruz.
Tengo mis dudas de que la estrategia funcione. Quizás tengan propuestas programáticas, poco socializadas ante el país, pero sus armas son ésas: la simple reacción ante la acción, la banalización del discurso y la política, y la objeción así por así a las políticas necesarias. Su apuesta es riesgosa, tomando en cuenta que su contendor mayor en 2014, Morales-MAS, se mantiene fuerte a pesar de sus yerros o dislates verbales.

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