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Del almuerzo, se comió la sopa de macarrones con
maní y sólo el pejerrey del segundo. “Presidente, cómase la phisara,
está muy rica”, le dije, sentado a su izquierda en el comedor del
Palacio de Gobierno. “No, ya me harté”, respondió, y enseguida instruyó a
su asistente que sus pilotos alisten su avión —desde el que gobierna,
como en su despacho o las comunidades— con destino a Cochabamba.
11.43 del jueves 25, temprano para la comida. A esa hora, el mandatario
Evo Morales sabía que donde vaya en el día iba a comer más de la
cuenta. El escudo de su plato, con la inscripción de “República de
Bolivia”, quedó aún cubierto de phisara (graneado de quinua) y ensalada
cocida; ni qué decir de la gelatina de frutilla... Lo asintió con una
mueca de resignación el mesero Rubén Ticona.
El Jefe
del Estado había llegado a las cinco de la madrugada a su oficina, con
la idea de someterse durante todo el día al seguimiento de más de 18
horas de su rutina por parte de La Razón. Ni bien lo hizo, la Casa
Militar le dio el primer regalo en la víspera de su cumpleaños 53 (nació
en 1959 en Isallavi, Oruro): una valija negra con ruedas que mostró muy
contento. Más tarde, recibió más obsequios, y, si hacemos números,
mordió cinco veces torta, comió tres veces luego del almuerzo, bebió un
vaso de vino y otros de chicha, extracto de uva y agua, hizo dos mudas
de ropa, durmió 17 minutos (en el avión, de ida a Cochabamba), vio a
cinco de sus 20 ministros, en un par de veces estuvo a 8.534 metros
sobre el nivel del mar, tuvo cuatro reuniones y pronunció cantidad
similar de discursos en también correlación a actos formales y populares
en dos ciudades. Y en esos discursos incidió con tres ejes: hay que
generar más energía eléctrica (6.000 megavatios) hasta 2025, hay que
comenzar a construir nuevos actores políticos y sociales, y exhortar a
los bolivianos al pago de impuestos.
Ironías.
Considerado muy puntual y metódico por la ministra de Comunicación,
Amanda Dávila, la jornada “oficial” de la primera autoridad del país
comenzó con quienes le pusieron en jaque hace tres semanas, una comitiva
de la Federación de Cooperativas Mineras de Bolivia (Fencomin). Nada
más al ingresar a las 05.15 al salón Dorado del Palacio Quemado, el
Mandatario hizo algo típico en él: saludar con ironía. “Compañero Albino
(García), se hicieron derrotar con el bloqueo”, le espetó al dirigente
antes del inicio de la conversación, en alusión a las protestas del
gremio social.
“Estamos en el proceso de cambio”, le
dijo muy solemne el cooperativista a Morales. Un monumento de minero
sobre roca en miniatura de regalo, que en el tiempo breve de la antesala
estaba oculto en una caja de aceite Sao, pareció ser la excusa.
No se salvó el equipo político del Movimiento Al Socialismo (MAS) en la
Asamblea Legislativa Plurinacional, conformado por los senadores
Gabriela Montaño y Eugenio Rojas, y los diputados Rebeca Delgado y
Roberto Rojas. “Señor periodista de La Razón, yo me ruego para que los
legisladores vengan a coordinar; ya no vienen”, se lamentó la autoridad
al abrir la charla con ellos, a las 06.26.
Luego, a
las 08.13 y en el mismo ambiente, la comitiva del gobernador del Beni,
Haisen Rivera, y de Jessica Jordan, la candidata a la Gobernación por el
MAS, sufrió la burla presidencial. Esta última manipulaba su móvil
mientras comenzaba la reunión, cuando Morales asestó: “Compañera, aquí
está prohibido chatear y enamorar”. Haciéndole juego, la beniana
replicó: “Ni Facebook tengo, el Álvaro (García Linera) vive en el
Facebook”.
Pudo ser más serio con el ministro de
Gobierno, Carlos Romero. Éste informó al Presidente del Estado sobre la
situación del secuestro y posterior liberación de Ana María Flores, la
incautación de 40 vehículos en Challapata y la protesta de trabajadores
municipales en La Paz, entre otros temas. Luego, a 20 minutos de las
ocho, el alcalde de Batallas, Bernabé Balboa, y el presidente del
Consejo Agrario de esa comunidad, Mario Pati, consiguieron que Morales
se comprometa a construir un coliseo en el municipio paceño.
Fin de las reuniones pactadas. Muy agitada, a las 08.24 llegó al
Palacio de Gobierno la ministra de Planificación, Viviana Caro, quien,
en la oficina de la Jefatura de Gabinete, preguntó por el Mandatario.
Al verla, Dávila le avisó que el viernes debían estar todos los
ministros en el acto por el aniversario de Morales. Su colega expresó
dudas sobre su asistencia o no al festejo presidencial.
Gobierno. En una pausa en sus actividades, Morales hizo de guía para La
Razón. Mostró su despacho —pocas veces lo hace— y nada más al ingresar
en el apartado del segundo piso del Palacio de Gobierno, le pidió (dijo
“por quinta vez”) a su jefa de Gabinete, Alejandra Claros, que de una
vez retirara los tres dibujos de Alcides D’Orbigny de una de las
esquinas. ¡Cómo, si D’Orbigny “fotografió el país en el siglo XVII!, lo
refuté. “Es que prefiero artistas de ahora, como Gastón Ugalde y Mamani
Mamani o fotografías del Che Guevara”, respondió.
Claro, tiene un tallado de madera con las figuras de Túpac Katari y
Bartolina Sisa, de Ugalde, y otro pequeño del Che, a la izquierda de su
sillón. “Son mis fuentes de inspiración”, confesó. Se sentó para la
sesión de fotos y con una sonrisa encendió su televisor de pantalla
plana, de 22 pulgadas. Cuando lo hizo, apareció CNN. “Es, pues, para
monitorear a quienes nos tergiversan”, admitió.
En la
sala contigua a su oficina, llaman la atención dos cuadros pintados con
coca: una del Che y otra del propio Morales, ambos también de Ugalde.
“Cuando Philip Goldberg me visitó, le hice sentar a propósito delante
del Che, para las fotos”, contó respecto del Embajador de Estados Unidos
que expulsó en septiembre de 2008 debido a una supuesta injerencia del
diplomático en sectores conservadores del país. Minutos antes, en ese
mismo lugar había recibido otros presentes de parte del contingente del
Batallón Colorados de Bolivia, que resguarda el histórico edificio
republicano.
Allí suele reunirse con parte de su
reducido entorno ministerial. Dijo que desde esos ambientes gobierna el
país, como lo hace en el nuevo FAB-001 Falcon Dessault 900, avión de
fabricación francesa (con el que viaja casi diariamente), y las
comunidades (le falta poco para terminar de visitar los 337 municipios
del país).
Doctor. A las 10.07 se organizó un
despliegue de seguridad impresionante. Un oficial, con mediación directa
de la ministra Dávila, asignó el “cuarto” vehículo de la caravana de
motorizados que esperaban fuera de la casa de gobierno al Jefe del
Estado. A las 09.35, luego de 16 minutos de recorrido, la comitiva
presidencial, con Dávila y el ministro de Defensa, Rubén Saavedra, llegó
a la Escuela Militar del Ejército (EMI), en la zona de Irpavi.
En un acto de honor por los 62 años del instituto y bajo la Orden
046/2012 de la academia, Morales fue distinguido como Doctor Honoris
Causa, otro de más de una docena de ese tipo en su haber. En su discurso
de 14 minutos, el Presidente habló de un plan de energía eléctrica para
2025 y allí dijo a los estudiantes y militares jóvenes que son los
futuros actores del desarrollo del país.
Aunque había
duda sobre si la autoridad almorzaba o en el Palacio de Gobierno o en
Cochabamba, la decisión final fue por el primero. Al retorno al Palacio,
a las 11.35, una delegación de chicos y profesores del kínder Virgen
Niña de El Alto coincidió con la presencia en el edificio del
Mandatario. Israel, niño de menos de 40 centímetros de tamaño que padece
enanismo, sorprendió a la autoridad. ¿Cuántos años tienes? “Siete”,
respondió con entusiasmo y con una vocecilla tierna.
Luego, a las 11.43 se juntaron en la comida Morales, el canciller David
Choquehuanca; Dávila; el viceministro de Coordinación Gubernamental,
Javier Baldiviezo, y los periodistas de La Razón. Entre charla informal,
ironías y chismes de parte del anfitrión principal, el almuerzo terminó
a las 12.25. El viceministro aprovechó la ocasión para hacer que el
Jefe del Estado firme varios documentos, entre ellos el reglamento de la
Ley de Telecomunicaciones, la transferencia de bienes a favor del
municipio de Huacareta (Chuquisaca) y la declaración “por quinta vez”
—como dijo Baldiviezo— del Illimani como patrimonio. “Se aprovecha este
viceministro”, se burló Morales.
La comida de rigor,
refresco de mokochinchi (de durazno seco, que tomó con gusto
Choquehuanca, como todos) y cubiertos de plata le dieron tono especial a
la merienda.Morales preguntó a su asistente sobre si su ropa estaba o
no lista. Luego fue por la muda, mientras sus acompañantes de viaje a
Cochabamba salieron hacia los siete vehículos de la caravana. A las
12.35 partió ésta rumbo al aeropuerto del Grupo Aéreo de Caza (GAC).
Allí esperaba funcionando el lujoso Falcon 900.
Cochabamba. El aparato es muy cómodo, de dos filas de asientos de cuero
beige. Morales ocupa siempre dos de ellos frontales, uno para recostarse
y otro para extender sus pies. Además de esos, hay otros tres pares,
más dos sofás en el gabinete de atrás. No hay rastros de colillas de
cigarro en los ceniceros empotrados en madera fina y barnizada de los
costados, con monitores manuales de información pequeños. Un piso
mullido y esponjoso beige, un monitor con vista hacia las ruedas y la
pista, además de otros dos para información y un pequeño televisor para
el Presidente completan el ambiente.
Al sentarse,
Morales recibió el parte del suboficial Víctor Choque Chirinos, a quien
le pidió hacerlo con el puño derecho en alto. La misma operación exigió
al retorno de Cochabamba. Muy gentil, el militar de la Fuerza Aérea
cubrió con una manta color vicuña las piernas del Presidente, cuando a
las 13.17 la nave cobró altura pilotada por el coronel Javier Zabala
Saldías y el mayor Marco Choquehuanca Marín. En la misión fueron además
Dávila, Choquehuanca y los dos periodistas (a la vuelta se sumaron el
senador Isaac Ávalos y las asistentes del Mandatario y el Canciller).
Al llegar a las 13.47 a Cochabamba, esperaba la comitiva de Leonilda
Zurita y Célima Torrico, fieles compañeras de Morales, y tres oficiales
de la seguridad presidencial. 13 minutos después, Morales fue a su casa,
al encuentro de su hijo Álvaro, que este año se gradúa como bachiller.
Éste lo acompañó a la inauguración de la sede del Fondo Productivo
Social (FPS), en la zona Villa Moscú. Allí, el Jefe del Estado cuestionó
el “Estado inquilino” que fue Bolivia, en alusión a la condición en la
que antes se encontraba esa institución. Se sumó al acto el ministro de
Aguas y Medio Ambiente, José Zamora Gutiérrez. Allí hubo comida a
montones, y Álvaro, un muchacho moreno y fornido, con la camiseta negra
de Barcelona, se encargó de almacenar los platones de chicharrón, conejo
y rosquillas en el Toyota Sequoia presidencial (en la noche estaban en
el sofá del avión).
A las 16.50, el Presidente llegó
a la sede de la Confederación de Campesinos de Cochabamba, cerca de La
Coronilla, donde un centenar de estudiantes terminaba el congreso Yo
20-25. Fue el tercer discurso presidencial, que comprometió el recambio
generacional para el mando político y social con miras al Bicentenario
del Estado. Así, Morales propuso “limitar la edad de las autoridades
elegibles a 65 años”. También contó que la reina Sofía le comentó que en
poco tiempo los países pobres, como Bolivia, serán más ricos.
Mientras, en la avenida Huayacán, cerca de la casa del Presidente en la
zona Las Rocas, una multitud esperaba para la inauguración de la vía
(de 600 toneladas de asfalto y Bs 35 millones de costo) al Mandatario,
al gobernador Edmundo Novillo y al alcalde Edwin Castellanos. La
comitiva llegó al palco a las 19.50 y el Presidente fue recibido con
marcha marcial por dos bandas de música juntas. En su discurso, el Jefe
del Estado repitió el discurso del día y nunca dijo por su nombre al
Alcalde, a quien popularmente le dicen “Cholango” (por el tinku Cholero
que solía cantar mientras era guitarrista y vocalista del dúo Tupay).
“Evo cumple y Cholango también cumple”, arengó Castellanos, para quien
las obras ya no son “estrella”, sino “de impacto social”.
En una vivienda contigua al acto, protocolo de la Alcaldía había
preparado una comelona con un exquisito p’ejtu (carne de pollo, mucho
ají, chuño mezclado con habas, y papas). Allí, los anfitriones le
hicieron morder la última torta a Morales, quien no dejaba de sacarse
fotos con los invitados a la cena. Minutos después, el general Luis
Fernando Montaño, de la Guarnición Militar de Cochabamba, organizó otro
acto en honor del Capitán General de las Fuerzas Armadas en el
aeropuerto. Allí, el coronel Darío Leigue recordó que Morales es “el
único presidente soldado en democracia” y le obsequió un baúl tallado en
mara. Un vino y fideo uchu (ají de fideo) cerraron la celebración.
A las 22.36, el avión aterrizó en El Alto. Media hora después, Morales
se desperezaba en la residencia de San Jorge, en La Paz, donde concedió
la última charla a La Razón, de 11 minutos. Seguramente se ha quedado
pensando en la niña que cerca del mediodía le susurró en el Palacio de
Gobierno: “Vas a ir a mi casa, ¿ya?”. Claro, el Mandatario ordenó a
Baldiviezo comandar el trabajo de Inteligencia para hallar en unos días a
la pequeña y cumplirle el sueño.
Esta crónica fue publicada en el suplemento Animal Político de La Razón