domingo, 20 de septiembre de 2015

Ese mar de dudas en desmedro de Erbol

Cuando Amalia Pando anunció —el 30 de julio— que dejaría radio Erbol, dejó una frase llamativa en el aire: “Una buena para el Gobierno, me voy. Una mala para el Gobierno, no me voy todavía; dejaré Erbol el 31 de agosto”. La frase pudo ser mejor si es que habría citado “una mala para el público”. Es que, al final de cuentas, la ausencia de una periodista de la referencia que en las últimas semanas destacaron en ella es, pues, una mala noticia para los oyentes.
Se entiende su alusión al poder político, por lo que más tarde, en una entrevista con el diario cruceño El Deber, la profesional justificó: “Y una sabe que se tiene que pagar una factura cuando se toma una posición política. Yo la tomé”.
Pando renunció a Erbol en medio de denuncias de atropello a la libertad de expresión atribuido al Gobierno, muy comentadas por el público, y muy bien arropada por los medios de información. Se fue con el argumento de salvar a la emisora de la “asfixia gubernamental”, referida —en su criterio— a la carencia de publicidad del Gobierno en medios “críticos” e “independientes”, entre ellos Erbol.

Pero con una desafortunada duda sobre el futuro de la radio: “(...) Había una línea editorial conjunta que no sé si con mi salida cambie”. Libertad de expresión al fin.
¿Erbol dependía de la posición de la colega, expresada de lunes a jueves en el programa En directo, para tener la línea y la referencia que tiene entre el público?
Amalia es Amalia, dirán; Erbol es Erbol, también. Erbol es mucho más, una institución conformada por una red nacional de 36 emisoras y cerca de 180 aliadas, la mayor del país en la actualidad.
Como Amalia es Amalia, el día que dejó los micrófonos de la radio, el 27 de agosto, sus dudas fueron mayores. Con desazón, comenzó diciendo que recibió una carta de aceptación de su renuncia (firmada por el director, Augusto Peña) que “no responde a las consideraciones políticas” que presentó en los alegatos de su renuncia.  “Ocurrió (la aceptación), tiene que haber un trasfondo en esto”, dijo.
¿Trasfondo? No comprendo otra vez las dudas, que a esas alturas ya echaban sombras a la radio. Pando renunció, y lo único que faltaba fue una respuesta de parte de Erbol, que, por cierto, tardó más de lo debido en responder a la decisión de la periodista.
En situaciones parecidas, al contrario de lo que pretendía Pando, quienes suelen pedir explicaciones son los empleadores y no los renunciantes. Pero, en este caso, no fue así.
“Hasta ayer (26 de agosto), parecía que Erbol iba a optar por rechazarme la renuncia; había aceptado los donativos de la gente, no paró la iniciativa de hacer la marcha (hubo una movilización nocturna a su favor en La Paz), dio indicios de que iba a optar por un financiamiento independiente y que iba a mantener a Amalia Pando en los micrófonos. Pero los desenlaces sorpresivos son los mejores, usted tiene que reconocer”, reclamó en la radio.
Amalia quería seguir en Erbol, a juzgar por sus palabras. Con razón, en el inicio del programa de ese día, se propuso entrevistar a Peña. “Lo voy a entrevistar para que nos cuente los entretelones de esta aceptación que va a sorprender a muchos”, afirmó.
Y en la entrevista, en medio de las consideraciones sobre la acción del Gobierno con relación a la red Erbol, Pando encaró fuerte a Peña: “El Gobierno quería mi cabeza; aquí tienes mi cabeza, si esto te sirve para reanudar un diálogo con el Gobierno. Yo te decía ‘igual los van a asfixiar, igual Erbol tiene pena de muerte’”. No hubo respuesta a la explicación que buscaba... Y más dudas y sombras.
Aquí viene lo inusual de una pregunta periodística que raya en el interés de la entrevistadora. “Augusto, lo que la gente se pregunta es: ¿Erbol va a claudicar, llegó a un acuerdo con el Gobierno, que por eso acepta la renuncia de Amalia Pando?”, cuestionó la periodista a sabiendas de que la respuesta no pudo ser un sí. 
Al terminar la entrevista, las redes sociales ya hervían de críticas e indignación contra la posición de la emisora, y elucubraciones del caso, y los titulares de algunos medios de información describían que la red no dio su explicación al aceptar la renuncia. Otra vez, ¿explicaciones de qué?
Poco a poco, la condición de víctima de ataques del Gobierno de Erbol fue cambiando, y quienes la apuntaban, esta vez, eran activistas que apoyaron la marcha a favor de Amalia, políticos de oposición y algunos colegas del gremio. Una serie de artículos fue escrita a propósito del caso.
Rafael Archondo, otrora conductor de un programa matinal en Erbol (Mapamundi), fue uno de tantos que se refirió a la salida de Pando. En su escrito Gracias Amalia, publicado en el diario La Razón el 31 de agosto, cuestionó la actuación de la radio con relación a “su conductora estrella”. Culpó a Erbol de haberse declarado “en asfixia económica y colocó al Gobierno como la causa” una vez conocida la renuncia de Pando. Tengo mis dudas al respecto; quien sostuvo permanentemente el argumento fue la periodista, desde el día mismo de su decisión. Pero otra vez las sombras contra la emisora.
“¿Quiere decir que Erbol se había propuesto vivir de la publicidad estatal?”, se preguntó Archondo, como muchos lo hacemos cuando —como ahora— varios medios de información culpan de su crisis a la carencia de ese ítem gubernamental en su planilla de financiamiento.  Es más, el colega apuntó al directorio de Erbol y a su “insólita aceptación de la anunciada renuncia” de la periodista. “Como si viviera en Marte, el directorio decretó que el ciclo de Amalia llegaba a su fin”, escribió.
¿Cómo se entiende esto? ¿No fue Pando la que decidió terminar su ciclo con la renuncia? ¿Siendo periodista de planta, era el directorio el que tenía que aceptar o rechazar la renuncia? Que yo sepa, el directorio de esa emisora solo puede considerar una eventual renuncia del Director y no así la de un reportero o conductor de radio, tarea encargada precisamente a la autoridad de aquél.
Es comprensible y justa la adhesión a la causa de Pando, pero es incomprensible hacerla en desmedro del medio que la cobijó incluso para dudar —en el “portazo final”, parafraseando a Archondo— de su integridad a través de sus mismos micrófonos, ante su propio público. Con ese mar de dudas y reparos, me temo que Erbol pasó de ser un tipo de héroe a villano. Es contradictorio para el oficio quejarse del ataque político a los medios cuando los mismos periodistas y medios ejercen esa acción contra periodistas y medios.