sábado, 8 de diciembre de 2012

Golpe de timón

Rubén D. Atahuichi López
04 de diciembre de 2012
 
Tuvo que ocurrir un caso grave, inocultable, para movilizar al Gobierno. El caso Ostreicher, que derivó en otro de extorsión por parte de una red mafiosa incrustada en al menos dos ministerios, ha develado una crisis institucional muy fuerte, al punto de cuestionar seriamente la fragilidad del aparato gubernamental y la transparencia del Órgano Judicial, cuyas autoridades fueron elegidas por primera vez en octubre de 2011, directamente por el pueblo.
Que personal de confianza del Ministerio de Gobierno esté implicado en una peligrosa banda de extorsionadores y con una fuerte incidencia en procesos judiciales clave que encara esa cartera de Estado, sólo puede entenderse por la disposición discrecional de la función pública, quizás arropada por dirigencias del partido de gobierno que, a toda costa, mantienen cargos sin reparar mínimamente en la capacidad y la honestidad de los funcionarios a los que los promueven y respaldan. Asesores y otros empleados inamovibles más allá de la transición de al menos cuatro ministros son la prueba de ese poder político nefasto.
Si bien la defenestrada Justicia se encargará de juzgar a los responsables de este nuevo episodio de corrupción en parte de la administración de Evo Morales, surgen las dudas acerca de la eficiencia e imparcialidad de sus acciones, sabiendo que algunos de sus miembros presumiblemente son parte de la red, que se ha mimetizado donde pudo para cometer atrocidades delincuenciales.
Estoy seguro de que el caso develado la semana pasada por el ministro de Gobierno, Carlos Romero, no es el único. Transcurren inadvertidos otros, quizás solapados u omitidos por autoridades y funcionarios, como uno que me enteré de un ministerio referido a la contratación irregular de un trabajo de imprenta por un costo exorbitante. Un caso menor, diríamos, pero caso de corrupción al fin.
Y, obvio, la corrupción no es exclusividad en el Gobierno. Se conoce de denuncias de malversación, uso de influencias o desfalco en algunas alcaldías. En las gobernaciones, ni qué decir (en mi criterio, el desvío de recursos para los referendos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, en 2008, fue entendido como un simple trámite). Lo que ocurre es que los medios de información concentran sus agendas en la corrupción del Gobierno y omiten, también normalmente, las acciones ilícitas en otros niveles de gestión. Claro, la corrupción no es tal por la atención o no del periodismo, sino por la actitud malsana de algunos funcionarios.
Hay suficiente motivo para preocuparse. No hay dudas de que el afán de Morales de mantener su gobierno transparente se queda sólo en la intención. Santos Ramírez, otrora potencial candidato a la vicepresidencia, fue descubierto no por la interdicción estatal a la corrupción, sino por la muerte de una persona. Las irregularidades conocidas hace poco en la construcción de las plantas de Río Grande y Gran Chaco fueron develadas tras el accidente de uno de sus ejecutivos (Gerson Rojas)… ¿Y qué pasa en los casos donde no ocurren hechos colaterales?
Un caso más, el país no soporta; menos mal que la integridad del Presidente del Estado está incólume todavía. Sin embargo, Morales debería ocuparse de instituir un golpe de timón en su administración. Es hora de que concentre sus acciones en el control de transparencia que aparentemente rebasó al ministerio que le corresponde. Ese golpe de timón debería marcar el punto de inflexión entre lo que es ahora el Gobierno y lo que pretende ser después. Sólo así puede verse más allá de 2014.

Parte-Contraparte, columna publicada en La Razón

‘Si este proceso se frustra, será culpa nuestra’

Rubén D. Atahuichi López
25 de noviembre de 2012
 
Se ve muy saludable, repuesto de una dolencia antigua. El otrora secretario ejecutivo de la COB (196-1997) se decanta por el proceso de cambio y encuentra en Evo Morales un líder natural al que los bolivianos deben apoyar si es que no quieren que se frustren las transformaciones que experimenta el país. “Él está obligado a actuar como estadista”, afirma. Expresa serios reparos contra Filemón Escóbar, de quien se refiere con calificativos fuertes; critica, además, a la oposición.
Usualmente es difícil abordarlo para hablar de política, a no ser que se trate del Archivo de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) que con dedicación logró construir en la ciudad de El Alto. Pero nos ofrece la oportunidad, y Édgar Huracán Ramírez se decanta a favor del proceso de cambio y hasta se da valor para despotricar —y a la mala— contra quienes cree que fueron, antes y hoy, traidores del movimiento obrero (y del proceso).
Nacido en Potosí en fecha de la que a propósito dice que no se acuerda, el quizás más radical de los líderes de la Central Obrera Boliviana (COB), entre 1996 y 1997, repasa la realidad política del país. Alaba al Gobierno y cuestiona a la oposición. “Les digo con sinceridad: como está de moda tener un indio de lo que sea y tirar discursos en guaraní, quechua y aymara, la derecha está buscando sus indios y los está encontrando”.

Con voz grave y firme, como cuando arengaba al movimiento obrero mientras fue líder sindical, el Huracán, como le dicen desde tiempos que no recuerda, no se compara con otros recordados dirigentes como Simón Reyes Rivera, fallecido el 1 de noviembre, aunque guarda serios reparos contra Filemón Escóbar. “Yo encuentro solamente a tres compañeros del nivel de Simón; no hay un cuarto: Juan Lechín Oquendo, Víctor López Arias y Federico Escóbar Zapata”.
Más allá de esa descripción, acepta calificar a los líderes de oposición. Dice que Juan del Granado, del Movimiento Sin Miedo (MSM), sigue siendo “paz-zamorista” y Samuel Doria Medina, de Unidad Nacional (UN), “mirista”. “En eso ambos son consecuentes”, ironiza.
Con esas percepciones, a Evo Morales lo debe considerar mejor. Cuenta que hace rato que no ve al hoy Presidente del Estado, con quien dice haberse conocido cuando ambos eran dirigentes sindicales. Aunque cree que cuando ambos se vean otra vez, quizás se traten como “hola, Evo” y “cómo estás, Huracán”. Recomienda a la primera autoridad del país “actuar como estadista, incluso debe tomar las decisiones antes de que le sugieran”. Considera que “quizás el error (del Mandatario) sea la confianza ciega en algún grupo humano o social, que dice que lo apoya”.
— ¿Pudo ser este proceso del 82?
— Yo pienso que no.
— ¿Por qué?
— Porque el año 1982 comenzamos mal. Empezamos con un Parlamento que se constituyó en el escollo fundamental para que el proceso avance. Empezamos legalizando un Parlamento que había sido elegido en 1980 y cuya mayoría era de ADN (Acción Democrática Nacionalista), MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) y otros partidos de derecha. Éstos empezaron a ponerle obstáculos al camino que el pueblo buscaba; por esa razón, en tres años dieron un golpe de timón y nos llevaron al camino del neoliberalismo. Por ello, no debemos afirmar que la democracia en sí misma sirve para todo y para todos. La democracia tiene sello y el rostro de quien la ejerce. La democracia de 1985, para 2005 o 2006, ha servido para enajenar al país; esta democracia está restituyendo los derechos, los recursos naturales para que los bolivianos nos beneficiemos.
Hubo una discusión larga, que a mucha gente le ha sacado sonrisas, en sentido de que las nacionalizaciones deben ser de esta forma u otra, que el petróleo no se ha nacionalizado… La nacionalización es algo simple: significa que aquello que está en poder de manos privadas se convierte en algo del Estado y del pueblo boliviano; no importa el nombre que le pongamos; las nacionalizaciones nunca son iguales en el planeta ni se darán en la historia. Para mí, es la nacionalización del excedente de los hidrocarburos. Ese excedente que iba a parar a los bolsillos de las transnacionales, ahora es el excedente que se reparte en el país.
— Alguna vez Filemón Escóbar dijo que los trabajadores tuvieron la culpa de la caída de Hernán Siles Zuazo y con Evo Morales  no había que repetir eso.
— Evo Morales dijo que negociar con la Embajada de Estados Unidos “es una caca”. Yo digo que para hablar de caca, hay que ser experto en caca, y yo, para hablar de Filemón Escóbar, no soy experto en caca.
— Nos sorprende. ¿Por qué tanta diferencia suya con Filemón?
— Yo no soy experto en caca, y él lo es.
— Pero él impulsó la fundación del instrumento político que lidera el proceso de cambio.
— No debo  hablar de este señor, porque va a empezar a heder hasta mi aliento si digo su nombre; por eso no lo digo.
— Dice que este proceso será de años. ¿Lo acompaña el pueblo?
— Pienso que debe acompañarlo.
— ¿Lo está haciendo?
— Si hay gente que no lo está haciendo y aspira a que Bolivia sea grande, debemos empujar este proceso hacia adelante. De lo contrario, lo harán los de la derecha, para hacer que la historia ruede para atrás.
— ¿Y el movimiento obrero tendrá esa convicción sobre el proceso?
— Hay que entrar a debatir con ellos en su seno, no hay que hacer el papel del que califica desde la galería. No soy amigo de hacer eso, pero sí estoy dispuesto a debatir con quien sea sobre la validez de este proceso. Si alguien me pregunta por qué Édgar Ramírez peleó desde hace cuatro décadas o más, yo voy  a decir “por un proceso parecido a éste”, por un proceso diferente al de Gonzalo Sánchez de Lozada, de Hugo Banzer o de René Barrientos. Si este proceso va en retroceso o  se frustra, será culpa nuestra, y culpa mía.
— ¿Con qué frecuencia ve al presidente Morales?
— Yo nunca lo veo, porque no soy funcionario gubernamental, no soy militante del MAS (Movimiento Al Socialismo) y no soy nada. Otra cosa es que yo apoyo este proceso de manera incondicional; no necesito ser funcionario ni militante del MAS.
— ¿Desde cuándo no ve a Evo Morales?
— Con Evo no me veo desde hace mucho tiempo, porque Evo es un exdirigente sindical. De ahí viene nuestra amistad. Si nos vemos, digo que vamos a hablarnos, como Presidente y yo un ciudadano común y corriente, yo no voy a tener la necesidad de decirle “señor Presidente” ni él “cómo está, ciudadano Ramírez”. Quizás lo hagamos como antes, “hola, Evo” y “cómo estás, Huracán”. Estoy seguro.
— ¿Cómo está manejando Morales el país?
— Hay que apoyar sus medidas. Lamento que muchas de ellas no estén bien comprendidas o bien ejecutadas, pero no porque Evo y el proceso sean, de manera connatural, los culpables, sino porque todos los procesos como éste no están inscritos en un manual ni de política ni de economía; se tiene que hacer prácticamente experimentos para saber si da o no resultados; hay que tomar en cuenta que no hay experimentos leyendo profecías. Aquí no hay ninguna profecía; se analiza la situación concreta y se trata de ponerle la solución concreta. Muchas veces esas soluciones, en su evolución, no siempre son como queremos.
— ¿Cuál cree que es su peor error?
— Quizás el error sea la confianza ciega en algún grupo humano o social, que dice que lo apoya. Él está obligado a actuar como estadista, incluso debe tomar las decisiones antes de que le sugieran. Los errores se los van a cargar a él; los triunfos se los llevarán otros. Hay que hacer lo posible por cometer menos errores, porque sobre éstos brincarán los gonistas.
— ¿Es un error insistir con las construcción de la carretera que cruzará por el TIPNIS?
— Debe hacerse esa carretera, porque la liebre ya ha saltado.
— ¿A qué se refiere con eso?
— Porque los que se oponían tienen otras aspiraciones. Les digo con sinceridad: como está de moda tener un indio de lo que sea y tirar discursos en guaraní, quechua y aymara, la derecha está buscando sus indios y los está encontrando.
Perfil
Nombre: Édgar Ramírez Santiesteban
Nació: Potosí, 1947
Profesión: Minero
Cargo: Archivista
Humor
De carácter fuerte y firme, Édgar Ramírez no recuerda desde cuándo le dicen Huracán. “Me agarraste en curva”, dice. Enseguida explica una posible razón de su seudónimo: “Quizás sea porque soplo mucho”. Y seguro que no se refiere a un fuelle.
‘Cooperativas son sociedades anónimas informales’
— ¿A qué atribuye la crisis minera de hace unos meses, las tomas o el interés del Gobierno de revertir las concesiones?
— En este momento hay un periodo de ascenso en las cotizaciones de todos los minerales y acompañados de la decisión del Gobierno de que esos recursos naturales otra vez son de dominio estatal; le pertenecen al Estado Plurinacional. Ambos factores sirven de acicate para que algunos pretendan sacarle algunas utilidades a su actitud.
— ¿Los cooperativistas?
— No solamente ellos.
— ¿Comunarios?
— También. Pero soy un convencido de que los recursos naturales, que tienen carácter estratégico para el país (hidrocarburos, minerales y, hay que agregarle, el agua, la biodiversidad y la seguridad nacional), deben ser los elementos que solamente debe manejar el Estado y nadie más, porque eso tiene que ver con el desarrollo nacional, y éste no es idéntico al desarrollo individual de las personas.
Ese desarrollo nacional no solamente se expresa en la exportación de recursos y la recepción de divisas, sino implica que esas divisas se conviertan en otras actividades para el país. En este momento no existe en Bolivia un solo repuesto de minibús o micro que se haya fabricado en el país; eso se compra con divisas y éstas provienen de la exportación de los sectores estratégicos de la economía boliviana.
Para no tener problemas de repuestos, necesitamos generar divisas sobre la base de los recursos naturales. Ojo, estoy hablando del carácter estratégico, de lo fundamental… No es lo mismo generar divisas con los turistas mochileros que hacerlo con hidrocarburos o la minería. Lo primero genera recursos para menester de carácter menor, no genera divisas en ninguna parte del mundo; Egipto no vive del turismo, sino del petróleo.
— ¿Las cooperativas son aliadas consecuentes con el Gobierno?
— No sé, hay que preguntarles  a ellas.
— ¿Cómo las percibe?
— Me está preguntando como si yo fuera cooperativista.
— Le estoy pidiendo su percepción.
— Esto tiene que estar ligado al control estatal. Yo tengo mi opinión de las cooperativas mineras; vayan a Potosí y las cooperativas existen sólo de nombre; son sociedades anónimas informales.

Publicado en el suplemento Animal Político de La Razón