martes, 29 de marzo de 2011

Ante el mar, las miserias bolivianas

Rubén D. Atahuichi López
El país todavía masculla el giro que causó el 23 de marzo el discurso del presidente Evo Morales. Muchos dicen que fue un despropósito y otros se alegran por el paso que dio el mandatario ante las “sonrisas” en el otro lado –de Michelle Bachelet, primero, y Sebastián Piñera, después— que caracterizaron su relación con Bolivia en el último lustro.

En la lógica popular, el Jefe de Estado estuvo acertado en su anuncio de acudir a tribunales internacionales para resolver el viejo litigio con Chile. Es que –se dice— un gobierno no puede pasarse años y años, y cinco en el último tiempo, charlando y charlando con su vecino, a título de tender puentes de confianza.

Aunque lo dicho por Morales el Día del Mar sorprendió al mundo, su discurso se veía venir. Si antes fue muy cauto, y hasta se mostró amigable (el baño de popularidad en Chile y la solidaridad en la salida de los 33 mineros), en los últimos meses dio señales claras de un batacazo en las conversaciones con Chile. Claro, no lo percibimos ni con el olfato periodístico.

Primera señal. ¿A título de qué el cónsul Walker San Miguel dijo que estaba preparando su vuelta al país para marzo? No fue casual la declaración del representante nacional en Santiago, aunque el canciller David Choquehuanca entonces se haya expresado sorprendido. Lo dicho por el Cónsul anunciaba ya la creación de un ente como el ahora se conforma para la causa marítima y, consiguientemente, el tan debatido golpe de timón.

Segunda señal. El 17 de febrero, Morales expresó, aunque de manera cauta, su preocupación por la falta de una propuesta de parte de Chile, a años de la instalación de la agenda de 13 puntos, entre ellas la demanda marítima. “(…) y para el 23 de marzo voy a esperar una propuesta concreta que sea una base para debatir”, dijo.

Y el 23 de marzo, esas señales le dieron el giro a la estrategia boliviana, con los argumentos ya conocidos. Ahora, el debate es sostenido, mientras el Gobierno estructura una justificación con base en consensos sociales y políticos, y jurídicos, en los que deberían participar todos. Así, la administración de Morales incluso debería invitar a expertos en el área, ex diplomáticos y ex presidentes, sin distinción ni discriminación ni cálculos políticos.

Uno que aparentemente no se brinda ni se excusa es el ex presidente Carlos Mesa, que al día siguiente del anuncio presidencial aplaudió la decisión gubernamental sobre la disposición del diferendo a “un escenario multilateral”.  Juan Del Granado, ahora opositor al Gobierno, también expresó su respaldo a la propuesta, de la que dijo que “es correcta”.

Sin embargo, quienes actuaron de manera opuesta, y sin propuestas alternativas, fueron los de la oposición en la Asamblea Legislativa, que le primero que hicieron es plantear una interpelación contra el Canciller. 

Así, otra vez más se desnudan las miserias bolivianas que primaron siempre en el conflicto con Chile. Al contrario, al otro lado de la frontera, Piñera recibió el fin de semana un apoyo unánime en su respuesta a la posición de Bolivia.

Columna publicada en La Razón

miércoles, 9 de marzo de 2011

A manera de despedida, el “enfoque real”

Rubén D. Atahuichi López

Una sala de redacción es casi parecida a una asamblea legislativa, con la diferencia de que en la primera el bien común es su interés esencial. Quizás los legisladores tengan el mismo sentimiento, pero –con las disculpas necesarias— son nomás lo que son, fichas en el afán de consumar réditos políticos en desmedro de otros.

Bueno, la idea no es hablar de los políticos, sino del papel de los periodistas en ciertas tareas y responsabilidades suyas, en este caso, en su actuación frente a lo que considero el “enfoque real”, que es la aproximación al hecho noticioso alejada de apasionamientos personales.

Todos los periodistas somos un sujeto político, con tendencias personales marcadas por cierto pensamiento político o corriente ideológica, o por su forma de entender el estado de las cosas. Nuestra percepción de los hechos tiene sustento en eso. Así, por ejemplo, unos consideraron a los hechos de octubre de 2003 como motivados por la “Bolivia bloqueadora” y otros, como una “protesta del pueblo contra el régimen de Gonzalo Sánchez de Lozada”.

Ahora, puede ser muy discutible esa percepción del enfoque real, conceptualmente hablando. Pero –pienso— implica una idea más cercana al tratamiento responsable de la información, que contrarresta al discurso de la objetividad (no, pues, es difícil llegar a eso, aunque es lo ideal) y se emparenta con el equilibrio.

Tratándose nuestro servicio de un bien social, creo firmemente que a la hora de escribir, tomar el micrófono o disponerse ante una pantalla de televisión, el periodismo debería apuntar a ese enfoque real, a contar los hechos tal como son, con la responsabilidad que exige la ética profesional y las técnicas esenciales del tratamiento de la información.

Así, por ejemplo, no concibo que ciertos medios se afanen en repetir y repetir una idea equivocada en sentido de que el general retirado de la Policía Nacional René Sanabria, un supuesto narcotraficante pillado por Estados Unidos en Panamá, sea “el zar antidroga de Bolivia”. Claro, la intencionalidad es sospechosa.
No es, pues, “el zar”, un actual funcionario policial al mando de la institución que lucha contra el narcotráfico. Es general en retiro, funcionario hasta hace poco del Ministerio de Gobierno y ex director nacional de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico.

Bueno, quizás se trate de un descuido, pero –créanme, puedo pisar la manguera de “bombero” esta vez— no es así, hay cierta intencionalidad, y política, lamentable. Un “descuido” no puede ser tan sostenido y recurrente; no responde al enfoque real.

Los enfoques entre un periodista y otro, entre un medio y otro, son siempre distintos. Hay siempre una manera particular de contar los hechos. La idea es que –por ejemplo, en una sala de redacción— ese enfoque sea de sentido común, en el afán de que el público sepa los hechos como son. Comprendo, es una tarea difícil.

Los periodistas deberíamos intentar siquiera ese propósito, por consideración con nuestro público, al que le hemos arrebatado el espacio de los medios haciéndole creer que estamos plenamente a su servicio. Claro que estamos a su servicio, y mejor sin apasionamientos ni la necesidad de forzar la información por cualquier interés que no sea el que sustenta nuestra convicción profesional.

Consideré hablar de esto al recordar varias discusiones periodísticas que tuve en Página Siete, cuando fui su jefe de informaciones. Lo escribo en homenaje al palo y la zanahoria que sentí cuando dejé esa redacción, aunque también acepté la invitación de siquiera seguir escribiendo esta columna.

Agradezco la oportunidad que me dieron en este espacio (hace dos semanas me invitaron a ocuparlo cada semana) y anuncio en estas líneas que estaré en otros lados.

Columna de despedida publicada en Página Siete