miércoles, 9 de marzo de 2011

A manera de despedida, el “enfoque real”

Rubén D. Atahuichi López

Una sala de redacción es casi parecida a una asamblea legislativa, con la diferencia de que en la primera el bien común es su interés esencial. Quizás los legisladores tengan el mismo sentimiento, pero –con las disculpas necesarias— son nomás lo que son, fichas en el afán de consumar réditos políticos en desmedro de otros.

Bueno, la idea no es hablar de los políticos, sino del papel de los periodistas en ciertas tareas y responsabilidades suyas, en este caso, en su actuación frente a lo que considero el “enfoque real”, que es la aproximación al hecho noticioso alejada de apasionamientos personales.

Todos los periodistas somos un sujeto político, con tendencias personales marcadas por cierto pensamiento político o corriente ideológica, o por su forma de entender el estado de las cosas. Nuestra percepción de los hechos tiene sustento en eso. Así, por ejemplo, unos consideraron a los hechos de octubre de 2003 como motivados por la “Bolivia bloqueadora” y otros, como una “protesta del pueblo contra el régimen de Gonzalo Sánchez de Lozada”.

Ahora, puede ser muy discutible esa percepción del enfoque real, conceptualmente hablando. Pero –pienso— implica una idea más cercana al tratamiento responsable de la información, que contrarresta al discurso de la objetividad (no, pues, es difícil llegar a eso, aunque es lo ideal) y se emparenta con el equilibrio.

Tratándose nuestro servicio de un bien social, creo firmemente que a la hora de escribir, tomar el micrófono o disponerse ante una pantalla de televisión, el periodismo debería apuntar a ese enfoque real, a contar los hechos tal como son, con la responsabilidad que exige la ética profesional y las técnicas esenciales del tratamiento de la información.

Así, por ejemplo, no concibo que ciertos medios se afanen en repetir y repetir una idea equivocada en sentido de que el general retirado de la Policía Nacional René Sanabria, un supuesto narcotraficante pillado por Estados Unidos en Panamá, sea “el zar antidroga de Bolivia”. Claro, la intencionalidad es sospechosa.
No es, pues, “el zar”, un actual funcionario policial al mando de la institución que lucha contra el narcotráfico. Es general en retiro, funcionario hasta hace poco del Ministerio de Gobierno y ex director nacional de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico.

Bueno, quizás se trate de un descuido, pero –créanme, puedo pisar la manguera de “bombero” esta vez— no es así, hay cierta intencionalidad, y política, lamentable. Un “descuido” no puede ser tan sostenido y recurrente; no responde al enfoque real.

Los enfoques entre un periodista y otro, entre un medio y otro, son siempre distintos. Hay siempre una manera particular de contar los hechos. La idea es que –por ejemplo, en una sala de redacción— ese enfoque sea de sentido común, en el afán de que el público sepa los hechos como son. Comprendo, es una tarea difícil.

Los periodistas deberíamos intentar siquiera ese propósito, por consideración con nuestro público, al que le hemos arrebatado el espacio de los medios haciéndole creer que estamos plenamente a su servicio. Claro que estamos a su servicio, y mejor sin apasionamientos ni la necesidad de forzar la información por cualquier interés que no sea el que sustenta nuestra convicción profesional.

Consideré hablar de esto al recordar varias discusiones periodísticas que tuve en Página Siete, cuando fui su jefe de informaciones. Lo escribo en homenaje al palo y la zanahoria que sentí cuando dejé esa redacción, aunque también acepté la invitación de siquiera seguir escribiendo esta columna.

Agradezco la oportunidad que me dieron en este espacio (hace dos semanas me invitaron a ocuparlo cada semana) y anuncio en estas líneas que estaré en otros lados.

Columna de despedida publicada en Página Siete

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