lunes, 29 de noviembre de 2010

Un movimiento sin propuestas

Rubén D. Atahuichi López
El de los periodistas y medios se ha convertido en un movimiento sin propuestas, con la sola idea de defender el espíritu, ahora descontextualizado, de la Ley de Imprenta de 1925. Ahora en el declive del debate de la Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación, raya en la misma lógica de la oposición, que en dos periodos de Gobierno de Evo Morales no ha hecho casi nada por incidir con su idea de país en proceso de cambios (¿?).
Quizás suene a hereje, pero veo que la ley es inaplicable (eso explica los intentos fallidos de juicios de imprenta). La sola omisión del concepto real de libertad de expresión en la ley (el primer artículo dice: “todo hombre  tiene el derecho a publicar sus pensamientos por la prensa […]) o la conformación y las funciones del Tribunal de Imprenta descritas en 48 de los 71 artículos que tiene la norma plantean una necesidad urgente de reflexión íntima.
Sin embargo, mientras no haya intenciones ni acciones por desmitificar la ley, el acoso político sobre el oficio va a ser permanente, con el riesgo de que el Estado regule su trabajo sin la incidencia directa de los actores reales, como pasa ahora con la reglamentación de la Ley 045.
Todavía lamento que ciertos liderazgos hayan optado por marginarse de este proceso, encomendado ahora a un grupo de colegas, al margen de los gremios pero con una apertura rescatable, y movimiento sociales. Si bien de los debates puede resultar un documento necesario, la inacción institucional coloca al gremio en eso que la democracia no quisiera: medios y periodistas haciendo política dura en desmedro del interés común.
Y así pasarán otras leyes, como la de Medios, de la que se pretende –aunque el Gobierno lo negó— sea la sustituta de la Ley de Imprenta. Entonces periodistas y medios también estarán lamentando una iniciativa ajena, del Estado, a partir de sus poderes políticos, el Gobierno o la Asamblea Legislativa Plurinacional, no siempre afines al espíritu de la libertad de expresión, comunicación e información.
Claro, le corresponde también a la sociedad tener incidencia en la construcción de cualquier norma referida al oficio periodístico, al amparo de los artículos 106 y 107 de la Constitución Política del Estado. Pero sin la participación de periodistas y medios en ese propósito, la cosa se hace muy riesgosa.
Durante la polémica que ambientó la aprobación de la Ley contra el Racismo, las instituciones de periodistas y medios sólo se limitaron a proponer la eliminación de los artículos 16 y 23, sin plantear ninguna otra alternativa seria, aunque –seguro— no había margen de acción por la hegemonía política de los órganos Ejecutivo y Legislativo, que al final consumaron esos preceptos. Cundió una vez más una reacción casi fundamentalista respecto de la Ley de Imprenta.
¿Tan intocable es la Ley de Imprenta? Hay que plantear un ejercicio de reflexión más allá de una simple inferencia que se puede forzar del contenido de la norma, en la que para referirnos a la “libertad de expresión” hay que interpretar el “derecho de publicar pensamientos por la prensa” o en el caso de los “impresos” suponer que se trata de la radio, la televisión la Internet o las redes sociales. O cuando se hable de racismo, encontrar en la ley los artículos 13 y 27, que se refieren a las injurias como delitos y su sanción penal (a través de un juicio ordinario), respectivamente.
Resta mucha reflexión, marginada de actuaciones manipuladas políticamente como la que rodea a la polémica sobre ley antirracista. Quizás esta reacción, despojada de esos intereses políticos y económicos, puede ser el punto de partida para que el periodismo plantee propuestas inherentes a su oficio.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Muérdase la lengua, Presidente

Rubén D. Atahuichi López*
Me acuerdo de la vez que hablamos en el despacho del Ministro de la Presidencia, cuando una mañana me hizo llamar al Palacio de Gobierno para una conversación en la que en breves minutos abordamos una serie de temas. Esa vez, luego de agradecerle la invitación a la charla, le dije que usted no tenía “derecho” a equivocarse y que ante cualquier desliz verbal o político iba a ser comidilla de mis colegas y los medios.
De ese tiempo (septiembre de 2007) a éste han pasado muchas cosas. Y, claro, ha sido comidilla permanente de los medios de información. Hace poco, fue noticia bomba el rodillazo contra su contrincante en el partido que jugó ante el equipo del alcalde de La Paz, Luis Revilla. Viera usted, hay imágenes del incidente en miles de páginas de Internet, hasta le han culpado de haberle privado de herederos al jugador que minutos antes le había dado un planchazo. Incluso hay un jueguito colgado en Internet con un dibujo tan chueco de usted.
¿Se da cuenta? Todo lo que dice y hace es “noticia”, mucho más, y en gran proporción, lo malo que hace. Sus disculpas del jueves 7 de septiembre no sirvieron para los titulares, sino su confesión de haber sido víctima de una “trampa”.  Es que no sirve para muchos medios algo bueno que haga usted (que debe haber hecho); siempre hay razones para descalificar sus propuestas políticas.
Claro, muchos medios nunca fueron de su tendencia ideológica ni serán sus aliados políticos, como lo fueron en anteriores gobiernos. Pensándolo bien, ni tendrían que serlo de usted, por ética.
Le cuento que hace poco tuve una discusión con un colega acerca de la importancia de su vigencia en las tapas de los periódicos (ese lunes el jefe de turno había “destacado” tres titulares de nueve en alusión suya o de su partido). Su preocupación era que “en los titulares había muchos `Evo’”, que retruqué diciendo: “Mal o bien, el Presidente es el referente para la información, que mucho de lo que hace o habla es noticia”. Me topé con una pildorita que rozaba con la censura: “Es que por eso el banco (omito el nombre por razones obvias) suspendió publicidad en nuestro medio”.
A muchos periodistas y muchos medios les es difícil informar sobre lo bueno que hace usted, pero les es más fácil hacerlo con lo malo de usted o de su Gobierno (eso recordé también al colega aquél). Lo decía por sensatez periodística.
Y así. Ahora que rige la Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación la cosa se ha complicado. Si bien los ímpetus del gremio por desahuciar los artículos 16 y 23 han amainado, y sin mucho respaldo popular, todavía es el comienzo de lo que pretende su Gobierno con la norma, aunque –como periodista—dudo un poco de su afán benigno con la ley, como dudo de cierto trabajo periodístico… Por algo tiene usted el poder.
Comencemos por usted, Presidente. Más bien que al promulgar la ley no ha dicho las sandeces que suele gastarse en estas ocasiones, aunque por ahí se le escapó algunos adjetivos típicos de usted.
Es que percibí –como muchos bolivianos— que usted no ha sido tan conciliador ni en su primer Gobierno ni en éste que comienza. A ver, recuerde cuántas veces se mandó ajos y pimientas contra Rubén Costas, Branko Marinkovic, Jorge Quiroga, otros opositores y bolivianos. Claro, no son angelitos éstos, pero tolérelos, estamos en democracia.
Con ley en vigencia, tiene que comenzar a cambiar; le va a hacer bien a usted como al país. Claro, como político en el poder, detractores siempre tendrá, y desde los medios; así es la democracia.
En otra, cuando quiera referirse a ellos, no lo haga como antes, muérdase la lengua. Es que puede incurrir también en los delitos de la ley.
Comencemos con usted como ejemplo.
*Periodista

lunes, 1 de noviembre de 2010

A dejarse de hue… de huelgas, vamos a la propuesta

Rubén D. Atahuichi López*
El 9 de octubre, el músico Óscar García escogió de título para su columna Contante y sonante, en Página Siete, una frase de la canción Ojalá de Silvio Rodríguez: La palabra precisa, la sonrisa perfecta.  Se trataba de unos garabatos de espacios vacíos con exactamente 28 palabras (algunos artículos), 37 puntos aparte y final, 45 comas y un par de comillas. Todo eso en su afán de protestar contra la Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación.
En el intento de explicar esa columna vacía, la nota de redacción del diario decía: “Nuestro colaborador Óscar García ha enviado su texto con espacios en blanco para estar a tono con la coyuntura actual”.
En mi ingenuidad, calculé que por lo menos 580 palabras de García –de las de más de 600 que entran en una columna de aproximadamente 3.700 caracteres con espacios—han debido ser racistas y discriminatorias. Claro que así muchos columnistas, periodistas o medios tienen razón en objetar los artículos 16 y 23 de la nueva ley, aunque también no todos ellos dicen, al menos, esa cantidad de disparates.
El 8 de octubre, cuando se promulgó la ley, la red Unitel le puso esos soniditos para ocultar palabras picantes a cada adjetivo que sus fuentes expresaban en las notas de su noticiero, palabras no necesariamente racistas ni discriminatorias. Es más, en sus entrevistas, se adelantaban –y cortaban— a sus entrevistados para pedirles que no digan lo que estaban por decir.
En su edición digital, el diario Los Tiempos optó por suspender “hasta nuevo aviso” los comentarios que usualmente secundaban a las notas periodísticas. La Prensa, de la misma red, también hizo lo mismo: “Por las implicaciones que conlleva el artículo 16 de la Ley contra el Racismo nos vemos obligados a suspender los comentarios, con la finalidad de evitar sanciones”.
Es más. El periódico paceño El Diario abrió su edición del 8 de octubre con un espectacular titular a tapa plena: “Bolivia pierde su democracia”.
También, una buena parte de los periódicos, afiliados a la patronal Asociación Nacional de la Prensa (ANP), ese día circularon con una tapa falsa (un pliego en blanco con la inscripción “No hay democracia sin libertad de expresión”) encima de la edición corriente.
A eso se sumaron las declaraciones de dirigentes del gremio en sentido de que con la ley ya no hay libertad de expresión. Así, sustentaron una huelga que claudicó a los 14 días (17 de octubre), cuando el cardenal Julio Terrazas (ya se extrañaban sus actuaciones políticas) les pidió: "Los queremos llenos de vida para que sigan sembrando vida y esperanza en nuestro ambiente".
Y una faena diaria por sumar un millón de firmas para una iniciativa ciudadana contra los artículos en cuestión que también carece de respaldo real, quizás no por la poca fuerza y convicción del gremio, sino por la indiferencia de buena parte de la ciudadanía, a la que la muestran como si de veras se quedara amordazada. Pero aquélla no lo cree así, es indiferente y vive su cotidianidad como antes de la ley.
No nos engañemos. La democracia está como estuvo antes, la gente no cree que perdió su libertad de expresión, los periodistas siguen diciendo lo de siempre y los medios siguen vendiendo información, con la diferencia de que algunos han ocupado el espacio político que la oposición al Gobierno no pudo sostenerlo.
Éste es un falso debate. El gremio tiene la posibilidad de contribuir a la reglamentación de la ley, de redimirse ante la sociedad y evitar una división peligrosa, que en el futuro puede arriesgar la mítica Ley de Imprenta, que, dicho sea de paso, también requiere ser remozada desde nuestra propuesta, antes de que nos madruguen.
A dejarse de huelgas falsas. Diálogo, propuesta y verdad, pues, colegas…
*Periodista