Fue por la red Twitter que Samuel Doria Medina insinuó que
el presidente Evo Morales era padre de un/a niño/a con la hija adolescente de
la ministra de Desarrollo Rural, Nemesia Achacollo. Uno se pregunta
ingenuamente por qué el líder de Unidad Nacional (UN) tuvo que apelar a ese
soporte de Internet para hacer lo que hizo. No fue casualidad…
Podía —tranquilamente— llamar a conferencia de prensa y, de
cara a la opinión pública y ante los medios de información, denunciar (si es
que hacerlo, meterse en la vida privada de otras personas, corresponde) lo que
hizo correr como rumor. Lo hizo y, en charla con un periodista, el rumor
alcanzó en segundos ribetes de escándalo en la red.
Como lo que hizo Doria Medina hay muchos ejemplos.
Políticos, gente de a pie o periodistas usan esas herramientas para expresar sus
sentimientos o sus ideas, muchas de éstas últimas con ingenio y otras,
simplemente toscas o injuriosas. Cuando se descubrió la supuesta carga de
uranio en La Paz, a alguien se le ocurrió mostrar al ministro de Gobierno,
Carlos Romero, como Jabba el Hutt, monstruo de ficción de la saga de Star Wars,
con el texto “el uranio no hace daño”; mientras era presidenta interina,
Gabriela Montaño fue comparada con Excelsa, la empleada en la Familia Peluche;
y desde hace una semana, luego de las declaraciones de Morales sobre las
relaciones con Estados Unidos, un conocido personaje paceño lo llama “#Emocaca”
(usando el hashtag quizás uno sepa quién es).
Así, miles de ejemplos, y diariamente…
Se me ocurrió escribir esto a raíz de las declaraciones del vicepresidente Álvaro García Linera, que el domingo dijo que toma nota de
quiénes insultan al Presidente del Estado en las redes sociales. “Aquí tengo
guardadito en el celular, cómo en las redes sociales, en el Facebook, en Internet,
lo insultan al Presidente (…). Siempre estoy entrando a Internet y voy anotando
con nombre y apellido a los que realizan insultos contra nuestro Presidente”.
Si es que es así, el segundo hombre del país no debe tener
ni tiempo ni espacio para hacer ese trabajito. Es que Morales tiene cada
detractor en Twitter o Facebook, que la lista es interminable, desde políticos
que lo tildan de “dictador” o “autoritario”, gente que no le baja de “burro” o
“indio”, o periodistas despojados de su personalidad profesional “imparcial”.
Claro, los menos, críticos con razón y
sin insultos como arma de discrepancias.
Son tan libres esas plataformas, que sólo los
fundamentalistas se atreverían a controlarlas, como parece que los hay en algunas
esferas políticas. Claro, si bien García Linera dijo que anota esos
comentarios, algunos políticos del partido de gobierno comenzaron a hablar de
una ley que regule el uso de Internet en el país, que —seguro— va a generar
mucha polémica.
Menudo problema en el que acaba de meterse el
Vicepresidente. Ni bien dijo lo que dijo, en las redes sociales proliferaron
opiniones, cuestionamientos y otros insultos, esta vez contra él.
Si bien hay necesidad de precautelar el uso de Internet, lo
que hay que hacer —con norma o sin norma— es evitar que ese soporte tecnológico
desvirtúe el verdadero sentido de la libertad de expresión.
Incontrolables las redes sociales, me quedo con la frase de @EnriqueIpia (Enrique Ipiña
Melgar, exministro de Educación), que ayer dijo en el Twitter: “#insultos. Lamentable que se amenace a los que insultan. Pero
mucho más que haya quien recurre al insulto. Es cobardía, bajeza, indignidad”.
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